jueves, 19 de enero de 2017

Otro caso loco de los EEUU.

John Wayne Gacy (El payaso asesino )


     John Wayne Gacy era un hombre de negocios dedicado en cuerpo y alma a su familia y a hacer prosperar su empresa de albañilería. Además, tenía un espíritu claramente altruista y dedicaba su tiempo libre a organizar las fiestas vecinales más famosas de la zona y vestirse de payaso para animar a los niños ingresados en el Hospital local. Todo ello le convertía a ojos de la sociedad en un ciudadano ejemplar. Tanta confianza generaba que incluso se presentó como candidato a concejal. La gente le adoraba. Claro que, lo que todos ellos no sabían es que, bajo esa apariencia que se afanaba en proyectar, se escondía un sádico asesino en serie que violó y mató en menos de siete años, de 1973 a 1978, a un total de 33 hombres, cifra que podría aumentar según las últimas palabras del criminal.
      Wayne, también conocido como “Pogo”, nombre del personaje que él mismo creó para sus visitas hospitalarias, o “El payaso asesino” enterró a 26 de sus víctimas en el semisótano de su propia casa, otras tres en otros espacios de la vivienda y otras cuatro en un río cercano a su vecindario. Una vez se descubrió los crueles actos que había llevado a cabo, algunos de los asistentes a sus multitudinarias fiestas comentaron que el jardín del delincuente siempre olía mal, que era la comidilla del barrio que un terrible hedor fluía por las calles aledañas a su hogar. Sin embargo, él aseguraba que era un olor que se filtraba desde un vertedero cercano y todos le creyeron. Nadie imaginó, ni siquiera su segunda mujer que convivía con él, que se trataba de restos humanos putrefactos.

     El asesino tenía su nicho en las zonas en las que se encontraban los homosexuales o las estaciones de autobuses donde ofrecía llevar en su coche a los jóvenes que veía solitarios y parecían perdidos. Otra opción era engañarles prometiendoles un empleo en su negocio o hacerse pasar por un Policía. Una vez les tenía en sus garras, el modus operando era el mismo: abusaba de ellos y les estrangulaba hasta acabar con su vida.
     Fue la desaparición de Robert Piest, de 15 años, el 12 de diciembre de 1978, lo que le condenó, ya que había testigos que situaban al desaparecido con el “ciudadano ejemplar” camino a una entrevista. Los Policías tan solo necesitaron una orden judicial para entrar en la casa de Gacy y descubrieron numerosos artículos que le relacionaban no solo con las investigación que tenían entre manos si no con numerosas más.
     Finalmente, el propio Gacy confesó los crímenes el 22 de diciembre de 1978, indicando la ubicación de 28 de las 33 víctimas a la Policía, de los cadáveres que se encontraban en su hogar. Los otros los había arrojado al río y no sabía el punto exacto en el que se encontrarían. Siete de las víctimas nunca fueron identificadas. Preguntado por los Agentes sobre el motivo que le llevó a matar, declaró que se excitó, hasta el punto de tener un orgasmo, la primera vez que accidentalmente clavó un cuchillo en un chico y observó como la sangre manaba de la herida. Eso era todo. Ninguna justificación más.

                     Juicio: 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte

Finalmente, el 13 de marzo fue sentenciado a 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte. Fue ejecutado por inyección letal el 10 de mayo de 1994 y sus últimas palabras fueron “¡Bésenme el culo! ¡Nunca sabrán dónde están los otros!, sembrando la duda de si existían o no más víctimas de este cruel asesino que nunca fueron encontradas.
   Aquí un video donde se relata su historia:

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